Capilla del Diablo es una pequeña iglesia del pueblo de Carolina. Fue construida por Lorenzo Tomasella, un inmigrante italiano, a principios del siglo XX. Originalmente surgió como un tributo a una virgen. Sin embargo, a medida que Tomasella la fue construyendo incluyó distintas figuras en madera. Estas representaciones estaban inspiradas en los rostros de sus hijos, pero también, en imágenes del Infierno ilustrado por la Divina Comedia de Dante Alighieri. Por eso, aunque oficialmente la iglesia tenga el nombre de Nuestra Señora del Buen Consejo, popularmente es conocida como Capilla del Diablo. En esta nota te contamos más sobre este edificio histórico, dónde, cuándo y por qué visitarlo.
Lorenzo Tomasella, desde el Véneto a Colonia Carolina
El 31 de marzo de 1899, Lorenzo Tomasella emprendió desde el puerto de Génova el viaje que lo traería hasta Argentina. Acompañado de sus ocho hijos había dejado su Treviso natal y estaba dispuesto a empezar una nueva vida en Corrientes. Desde el principio, el viaje en barco de Lorenzo y su familia estuvo lleno de tempestades. Por eso, este inmigrante se encomendó a Nuestra Señora del Buen Consejo y le prometió que si él y sus hijos llegaban sanos y salvos al puerto de Buenos Aires, haría una capilla en su honor. Al llegar a la que entonces era Colonia Carolina, José Jacinto Rolón, fundador y dueño de los terrenos de la colonia, le otorgó a Tomasella 16 hectáreas de tierra para que se asentara y trabajara. Allí comenzaría la construcción de la capilla.
La construcción de la Capilla del Diablo y milagro de la nieta de don Lorenzo
A pocos metros de su casa, en uno de sus terrenos, Lorenzo Tomasella comenzó a construir la capilla para Nuestra Señora del Buen Consejo. Las obras comenzaron el viernes santo de 1904 y fue el Obispo de Paraná, Monseñor Rosendo de la Lastra y Gordillo quien autorizó la bendición de la primera piedra. Fue en ese entonces que sucedió un hecho que aún hoy se considera milagroso. Luisa, la pequeña hija de Juan Tomasella, nieta de don Lorenzo, quedó bajo la rueda del carro cargado de tierra que la atropelló. Sin embargo, ante la mirada atónita de todos los presentes, su abuelo la levantó y comprobó que estaba ilesa. Fue tal la sorpresa y la emoción ante este acontecimiento que Lorenzo pintó a mano un cuadro recreando la escena, uno de los tantos que al día de hoy todavía es parte de la capilla.
Un día de lluvia cambió el destino de la capilla
En 1909, cuando las obras terminaron, se convocó al padre José Secundino Gutiérrez para la inauguración de la capilla. Como ese día amaneció lloviendo, el Padre se negó a ir. Lorenzo Tomasella fue en su búsqueda y aún así, sabiendo que el pueblo lo esperaba, Gutiérrez se volvió a negar. Furioso, don Lorenzo clausuró la capilla pero siguió pasando tardes enteras encerrado dentro de ella. En 1912, tras años de misterio, la capilla volvió a ser abierta al público. Fue en ese momento que todos los habitantes de Colonia Carolina descubrieron en su interior figuras alusivas al Infierno de La Divina Comedia de Dante, uno de los libros predilectos de don Lorenzo. Cuando los lugareños vieron esa ornamentación en la que se representaban figuras de diablos, serpientes y otras criaturas, comenzaron a denominar a la iglesia “Capilla del Diablo” nombre que hasta el día de hoy perdura.
La Capilla del Diablo hoy
La capilla estuvo cerrada durante siete años, desde 1970 hasta 1977. Dentro de sus instalaciones, junto con las figuras talladas por don Lorenzo, se encuentra una de las campanas que trajo desde Italia exclusivamente para la capilla. También, hay una representación de la virgen Nuestra Señora del Buen Consejo y dos candelabros de plata. Uno de ellos, representa a Lorenzo y sus ochos hijos mientras que el otro, que tiene un solo portavelas, representa a Luisa Pin, su esposa. Además, se puede observar una fotografía de la familia completa, el dibujo del accidente de la pequeña Luisa Tomasella y un libro con la historia familiar. Hoy, son los bisnietos de Tomasella quienes en Carolina se dedican a contar la historia de esta capilla, que pese a los saqueos y el deterioro sigue siendo un atractivo turístico de Goya.
¡Muy interesante!
Molto interessante, sì!